Amigo de lujos, papas y presidentes
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Uno de los personajes contemporáneos que más divierten al escritor colombiano Fernando Vallejo es el padre Marcial Maciel Degollado. En sus peroratas contra la Iglesia ha hablado de Maciel hasta en la Universidad de Berkeley.
Con ironía, cree que los prelados de la Iglesia le tenían envidia porque “sabía vivir”. Le parece “admirable” su capacidad para camuflarse y disuadir. Si no, ¿cómo hizo para engañar a seis papas: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI? Todos amigos suyos, en especial Juan Pablo II, quien lo calificaba como “guía eficaz de la juventud” y a quien llevó tres veces de visita a México. La pregunta se puede hacer así: ¿Los últimos seis pontífices lo encubrieron? Eso aseguran investigadores como José Martínez de Velasco, autor español de dos libros sobre la congregación.
Aparte de padrinos, para enfrentar demandas contaba con la firma de abogados Kirkland & Ellis, en Chicago y Washington. A la posible corrupción de menores se le sumaron señalamientos por fraudes económicos y adicción a la dolantina, derivado de la morfina. No se le probó nada. “Era uno de los más poderosos hombres en la Iglesia”, explica Jason Berry, autor de Votos de silencio. El abuso de poder durante el papado de Juan Pablo II.
Dos colombianos que supieron de sus andanzas en Roma dicen que recitaba de memoria los versos de La Divina Comedia y aseguraba que Dios lo había elegido para la santidad. Se imaginaba en El Paraíso de Dante Alighieri y anunciaba: Cuanto del reino santo pudo mi mente acumular tesoro, será ahora materia de mi canto.
Él mismo tenía listo el expediente, con testimonios de “milagros” y las influencias para respaldar su canonización. Sobrino de cuatro obispos, quería ser santo como su tío Rafael Guízar Valencia y canonizar también a su madre Maura Degollado Guízar, a quien logró que el Vaticano declarara Sierva de Dios. Le parecía justo que si Juan Pablo II elevó a los altares al sacerdote José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, él con “una obra mayor” merecía lo mismo.
“Olía a rosas. Era culto, fino, hablaba pausado, medía cada palabra y, aparte de su afabilidad, impresionaba su mirada escrutadora”, cuenta un diplomático. Más que ejemplificar los votos de pobreza que les exigía a sus discípulos, parecía vivir en el edén: vestía de negro como todos los legionarios, pero con ropa de marca. Sólo se movilizaba en automóviles Mercedes Benz, BMW y Porsche. Explicaba que era necesario debido a sus dolencias de espalda.
Quien se encargaba de complacerle los caprichos materiales era la mexicana, famosa en España, Alicia Koplowitz. Por dinero no había problemas, Maciel siempre tenía a la mano entre cinco y diez mil dólares en efectivo, reveló a The New York Times el padre Steven Fichter. Uno de sus días más dichosos pudo ser cuando logró que el preestreno mundial de la película La pasión de Cristo, de Mel Gibson, se hiciera en el auditorio de la universidad de la Legión en la capital italiana.
Sólo viajaba en vuelos de primera clase. En España e Irlanda se movía en BMW. En México en Mercedes, en Estados Unidos en limusina. Para una de sus visitas a Medellín, por seguridad, exigió helicóptero. Su generosidad para la causa católica hizo carrera. A comienzos de 2004 el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo había terminado el Lexicón, el compendio del vocabulario católico sobre la familia, pero no tenía dinero suficiente para editarlo. El problema quedó solucionado durante un almuerzo en el que Maciel le dijo a su amigo: “Excelencia, no se preocupe, en la tarde le hago llegar el cheque con lo que hace falta”. La revista mexicana Poder y Dinero calculó el presupuesto anual de los legionarios en 650 millones de dólares.
En el libro Los documentos secretos de los Legionarios de Cristo, de Martínez de Velasco, se dice que el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos también se valió de su apoyo y fue espiado, como lo fueron la mayoría de purpurados, por ayudantes de Maciel para verificar si era afecto a la causa.
Al ser un canal directo con el Sumo Pontífice, los presidentes mexicanos le rendían pleitesía con tal de que les consiguiera audiencia y bendición papal. Su amistad con magnates como Carlos Slim es pública y presidió las exequias de Soumaya Domit, la esposa del industrial. Lo mismo ocurre con la familia Azcárraga, cuyos hijos han estudiado en colegios macielistas.
En España, a través de amigas como Alicia Koplowitz, entró por la puerta grande desde la dictadura de Francisco Franco. En los últimos tiempos las hermanas Botella le aseguraron el respaldo de gobiernos como el de José María Aznar. En Italia contó con presidentes como Julio Andreotti.
Protegiendo sus intereses con la ultraderecha en Chile, junto al secretario de Estado del Vaticano, Angelo Sodano, intercedió para que Augusto Pinochet fuera puesto en libertad mientras estuvo detenido en Inglaterra.
Hoy la posibilidad de que su nombre fuera admitido ante la Causa de los Santos, probable hace cinco años, ahora quedó descartada. Aquel conocedor de los pecados ve el lugar del infierno que merece, le responden sus víctimas en internet, haciendo alusión al Infierno de Dante.
Uno de los personajes contemporáneos que más divierten al escritor colombiano Fernando Vallejo es el padre Marcial Maciel Degollado. En sus peroratas contra la Iglesia ha hablado de Maciel hasta en la Universidad de Berkeley.
Con ironía, cree que los prelados de la Iglesia le tenían envidia porque “sabía vivir”. Le parece “admirable” su capacidad para camuflarse y disuadir. Si no, ¿cómo hizo para engañar a seis papas: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI? Todos amigos suyos, en especial Juan Pablo II, quien lo calificaba como “guía eficaz de la juventud” y a quien llevó tres veces de visita a México. La pregunta se puede hacer así: ¿Los últimos seis pontífices lo encubrieron? Eso aseguran investigadores como José Martínez de Velasco, autor español de dos libros sobre la congregación.
Aparte de padrinos, para enfrentar demandas contaba con la firma de abogados Kirkland & Ellis, en Chicago y Washington. A la posible corrupción de menores se le sumaron señalamientos por fraudes económicos y adicción a la dolantina, derivado de la morfina. No se le probó nada. “Era uno de los más poderosos hombres en la Iglesia”, explica Jason Berry, autor de Votos de silencio. El abuso de poder durante el papado de Juan Pablo II.
Dos colombianos que supieron de sus andanzas en Roma dicen que recitaba de memoria los versos de La Divina Comedia y aseguraba que Dios lo había elegido para la santidad. Se imaginaba en El Paraíso de Dante Alighieri y anunciaba: Cuanto del reino santo pudo mi mente acumular tesoro, será ahora materia de mi canto.
Él mismo tenía listo el expediente, con testimonios de “milagros” y las influencias para respaldar su canonización. Sobrino de cuatro obispos, quería ser santo como su tío Rafael Guízar Valencia y canonizar también a su madre Maura Degollado Guízar, a quien logró que el Vaticano declarara Sierva de Dios. Le parecía justo que si Juan Pablo II elevó a los altares al sacerdote José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, él con “una obra mayor” merecía lo mismo.
“Olía a rosas. Era culto, fino, hablaba pausado, medía cada palabra y, aparte de su afabilidad, impresionaba su mirada escrutadora”, cuenta un diplomático. Más que ejemplificar los votos de pobreza que les exigía a sus discípulos, parecía vivir en el edén: vestía de negro como todos los legionarios, pero con ropa de marca. Sólo se movilizaba en automóviles Mercedes Benz, BMW y Porsche. Explicaba que era necesario debido a sus dolencias de espalda.
Quien se encargaba de complacerle los caprichos materiales era la mexicana, famosa en España, Alicia Koplowitz. Por dinero no había problemas, Maciel siempre tenía a la mano entre cinco y diez mil dólares en efectivo, reveló a The New York Times el padre Steven Fichter. Uno de sus días más dichosos pudo ser cuando logró que el preestreno mundial de la película La pasión de Cristo, de Mel Gibson, se hiciera en el auditorio de la universidad de la Legión en la capital italiana.
Sólo viajaba en vuelos de primera clase. En España e Irlanda se movía en BMW. En México en Mercedes, en Estados Unidos en limusina. Para una de sus visitas a Medellín, por seguridad, exigió helicóptero. Su generosidad para la causa católica hizo carrera. A comienzos de 2004 el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo había terminado el Lexicón, el compendio del vocabulario católico sobre la familia, pero no tenía dinero suficiente para editarlo. El problema quedó solucionado durante un almuerzo en el que Maciel le dijo a su amigo: “Excelencia, no se preocupe, en la tarde le hago llegar el cheque con lo que hace falta”. La revista mexicana Poder y Dinero calculó el presupuesto anual de los legionarios en 650 millones de dólares.
En el libro Los documentos secretos de los Legionarios de Cristo, de Martínez de Velasco, se dice que el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos también se valió de su apoyo y fue espiado, como lo fueron la mayoría de purpurados, por ayudantes de Maciel para verificar si era afecto a la causa.
Al ser un canal directo con el Sumo Pontífice, los presidentes mexicanos le rendían pleitesía con tal de que les consiguiera audiencia y bendición papal. Su amistad con magnates como Carlos Slim es pública y presidió las exequias de Soumaya Domit, la esposa del industrial. Lo mismo ocurre con la familia Azcárraga, cuyos hijos han estudiado en colegios macielistas.
En España, a través de amigas como Alicia Koplowitz, entró por la puerta grande desde la dictadura de Francisco Franco. En los últimos tiempos las hermanas Botella le aseguraron el respaldo de gobiernos como el de José María Aznar. En Italia contó con presidentes como Julio Andreotti.
Protegiendo sus intereses con la ultraderecha en Chile, junto al secretario de Estado del Vaticano, Angelo Sodano, intercedió para que Augusto Pinochet fuera puesto en libertad mientras estuvo detenido en Inglaterra.
Hoy la posibilidad de que su nombre fuera admitido ante la Causa de los Santos, probable hace cinco años, ahora quedó descartada. Aquel conocedor de los pecados ve el lugar del infierno que merece, le responden sus víctimas en internet, haciendo alusión al Infierno de Dante.
adam on domingo 01 marzo 2009 - 04:20:14